lunes, 15 de julio de 2013

La Ley y el Perdón de Pecados. Parte 1.

Leyes sobre actos de violencia
El que hiera a alguien, haciéndolo así morir, él morirá. Pero el que no pretendía herirlo, sino que Dios lo puso en sus manos, entonces yo te señalaré el lugar el cual ha de huir. Pero si alguien se enoja contra su prójimo y lo mata con alevosía, de mi altar lo apartarais para que muera.
El que hiera a su padre o a su madre, morirá.
Asimismo el que secuestre una persona una persona y la venda, o si es hallada en sus manos, morirá.
Igualmente el que maldiga a su padre o a su madre, morirá.
Además, si alguno  riñen, y uno hiere a su prójimo con piedra o con el puño, u éste no muere, sino que después de guardad cama se levanta y anda por fuera, apoyo en su bastón, entonces será absuelto el que lo hirió, solamente le pagará por lo que estuvo sin trabajar, y hará que lo curen.
Si alguien hiere a su siervo o a su sierva con palo, y muere entre sus manos, será castigado; pero si sobre vive por un día o dos, no será castigado, porque es propiedad suya.
Si algunos riñen y hieran a un mujer embarazada, y este aborta, pero sin causarle ningún otro daño, serán penados conforme a lo que les imponga el marido de la mujer y juzguen los jueces. Pero si le causan otro daño, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por que madura, herida por herida, golpe por golpe.

ÉXODO 21; 12-25.

Si alguno cometió algunos de estos delitos quiero que sepa que Yahshua (Jesús) pago sus deudas y por el sacrificio que Él hizo a hora eres perdonado. (Mateo 26; 28,Efesios 1;7, Hebreos 10; 12-18) 

 La Ley es guarda a hora en el corazón de los cristianos, y todo aquel que alguna ves quebranto  la ley sera perdonado conforme al arrepentimiento (Romanos 10;9) de la persona y por el sacrificio (Juan 3;16)  que Yahshua(Jesús) hizo por la humanidad.



      

Los Diez Mandamiento y el Perdón de Pecados.

Habló Dios todas estas palabras: " Yo soy Yahwéh (Jehová), tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.

1- NO tendrás dioses ajenos delante de mi.

2- NO te harás imagen ni ninguna semejanza de los que esté arriba en el cielo, no abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las honrarás, porque yo soy Yahwéh (Jehová), tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de lo padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta  generación de los que me aborrecen, y hago misericordia por millares a los que me aman y guardan mis mandamientos.

3- NO tomaras el nombre de Yahwéh (Jehová), tu Dios, en vano, porque no dará por inocente Yahwéh (Jehová) al que tome su nombre en vano.

4-Acuérdate del Sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás tu obra, pero el séptimo día es de reposo para Yahwéh (Jehová), tu Dios; no hagas en él obra alguna, tu, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, porque en seis días hizo Yahwéh (Jehová) los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Yahwéh (Jehová) bendijo el sábado y lo santifico.

5- Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Yahwéh (Jehová), tu Dios, te da.

6-NO matarás.

7-NO cometerás adulterio.

8-NO hurtarás.

9-NO dirás contra tu prójimo falso testimonio.

10-NO codiciarás la casa de tu prójimo: no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.

ÉXODO 20; 1-17.

Esto son lo Diez Mandamiento que dicto nuestro Dios YAHWÉH(Jehová) en el monte del Sinai, a estos mandamientos se le añade otras más que Dios dicto en el Pentateuco a Moisés conocida como la LEY DE DIOS, a la ley se le agrega los mandamiento y ordenanzas que Cristo nos dice en el NT.

La Ley es guarda a hora en el corazón de los cristianos y todo aquel que alguna ves quebranto  la ley sera perdonado conforme al arrepentimiento (Romanos 10;9) de la persona y por el sacrificio (Juan 3;16)  que Yahshua(Jesús) hizo por la humanidad.

sábado, 22 de junio de 2013

Salvación

El pecado es infracción de la ley
“Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4).

Uno de los grandes problemas del pecado es su antagonismo hacia la ley de Dios. La ley es una manifestación de su voluntad. Si decimos amar a Dios, tener comunión con Él y haber nacidos de Él, entonces estamos en el compromiso de deleitarnos en el cumplimiento de su voluntad, pues deseamos agradarle. El pecado es una contradicción de esa intención. Si preguntamos a los hijos de Dios, ¿quieres ver a Dios triste? Podemos asegurar que su respuesta será negativa. ¿Por qué pecamos, entonces? Lo hacemos cuando permitimos que en ese momento otros deseos usurpen la santa ambición de serle agradables (2 Cor. 5:9).

A veces tendemos a ver la ley de Dios en sí misma y perdemos de vista al Dador de esa ley. La ley es importante por razón de quien la estableció. Dios es un legislador universal, en otras palabras, su ley abarca a todos. Nadie escapa al señorío y autoridad del Señor. Es posible que no tengas ningún interés en las leyes de Botswana porque no vives allí. Lo que no podemos es darnos el lujo de ignorar las leyes del país en el que vivimos, pues nos encontramos bajo su autoridad. En ese sentido, la autoridad divina comprende el mundo entero. Toda infracción de la ley divina es un desafío a la autoridad de Dios. Sus mandamientos son una expresión de su carácter. Pecar es amar lo contrario.

En el versículo anterior Juan nos habla de cómo la expectativa y anticipación a la segunda venida de Cristo es un fuerte estímulo hacia la pureza. “Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (3:3). En el v.4 nos presenta el contraste. Mientras uno se purifica, el otro se contamina. En el v.3 describe la actitud correcta que tiene todo el que permanece en Cristo—el camino de la santidad. En el v.4 nos describe el camino incorrecto—el camino del pecado.

El verdadero creyente guarda los mandamientos (1 Juan 2:3-4). ¿Cómo está tu obediencia? Recuerda, cualquier controversia con la ley de Dios es una controversia con el Dios de la ley.

El poder de la resurrección en el Pueblo de Dios (Jn 20:1-18)
“No llores, no tengas miedo” ¡Cristo ha resucitado! (Mt 28:5).  La resurrección de Jesucristo nos da suficientes motivos, razones y certezas para confiar y seguir a Jesús. La escritura nos dice que “el primer día de la semana, muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro…” (Jn 20:1). En medio de cualquier oscuridad, desilusión o frustración debemos volver a recordar que hay un nuevo día y un amanecer. La luz triunfa sobre las tinieblas, la vida sobre la muerte, la justicia sobre la injusticia, la verdad sobre la mentira y el amor sobre el odio.

Aparentemente el propósito que tenían las mujeres de ir al sepulcro era llevar especies aromáticas (Mc 16:1, Lc 24:1). Quizás no sabían el trabajo realizado por Nicodemo y José de Arimatea (Jn 19:38-42). Para sorpresa de María Magdalena habían quitado la piedra que cubría la entrada. La piedra era muy grande (Mc 16:4). Ella se fue corriendo a ver a Simón Pedro y al otro discípulo. Les dijo: ¡Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto! (Jn 20:2).

Ambos discípulos fueron corriendo al sepulcro. Al entrar, Pedro vio las vendas y el sudario que había cubierto la cabeza de Jesús. El sudario aparece prolijamente enrollado en un lugar aparte. No se trataba de un robo humano. El otro discípulo que llegó primero y entro después “Vio y creyó. Hasta entonces no habían entendido la Escritura, que dice que Jesús tenía que resucitar” (Jn 20:8-9).

Nosotros como ellos también nos encontramos en un proceso de entender la escritura y poder progresar. Sin entender todo, se nos llama a creer y avanzar. La única manera de conocer a Jesús es caminar con él. En medio del camino las dudas son aclaradas y viene la certeza.

María Magdalena se quedó llorando junto al sepulcro (Jn 20:10-11) y busca a Jesús como alguien que está muerto (Lc 24:5). No ve a Jesús resucitado. Lo mismo puede suceder en nuestras vidas cuando hay cosas que nos dejan esclavizados y áreas de carácter que no han sido redimidas. Somos tentados a pensar que la resurrección de Jesucristo no puede ayudarnos en nuestras luchas, dudas y temores. Jesús nos invita a cambiar nuestro criterio y manera de entender las cosas.

Necesitamos conocerle y experimentar el poder que se manifestó en su resurrección como el apóstol  Pablo lo expresa en su carta a los Filipenses (Fil 3:10-11). “Sin cambios morales y éticos en nuestro diario vivir, nuestra participación en actividades religiosas no vale nada. Es decir, nuestra asistencia a los cultos y vigilias no puede tomar el lugar de las transformaciones que Dios espera encontrar en nuestra vida diaria”  [1].

El evangelio no es un anuncio vacío y tiene relación directa con una transformación que va ocurriendo en nuestras vidas. El Evangelio de Juan enfatiza un proceso de crecimiento. El creer es proceso de desarrollo. Jesús nos invita a formar parte de este proceso donde nos cuestiona, consuela, anima y acompaña.

Jesús ya resucitado se le aparece a María Magdalena y la cuestiono ¿Por qué lloras? Quiere que veamos su presencia en medio de toda circunstancia. Ella solo podía ver al que cuidaba el huerto (Jn 20:15) y no se dio cuenta que era el Señor resucitado. A nosotros nos puede pasar lo mismo. Como seguidores de Jesús somos llamados a tener amplitud y no quedarnos con respuestas cerradas.

Jesús no dejo sola a María Magdalena y la llama por su nombre. Ninguna situación está fuera del control de Dios y es su voz inconfundible la que nos hace recapacitar, tener esperanza y reconocer su presencia (Jn 10:3-4,16). Ella y las otras mujeres le abrazaron los pies y lo adoraron (Mt 28:9) pero su mandamiento fue de animar a los hermanos, salir al mundo y no privatizar la misión. No podemos detener a Jesús sino soltarlo y estar en su seguimiento.

Somos llamados cada día a vivir una nueva experiencia con el Señor y no quedarnos detenidos en el ayer. Experimentar la resurrección de Jesucristo es seguirle espiritualmente, viviendo sus palabras, llevando a cabo sus mandamientos. “Vivir de acuerdo con la resurrección de Jesucristo es permitir que su voluntad sea la guía para todo aspecto de nuestra vida” [2].

En nuestra lucha contra el pecado y la muerte afirmamos: “¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano” (1 Co. 15:57-58).  “Por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que él me concedió no fue infructuosa” (1 Co. 15:10)

Demos a conocer esta noticia ¡He visto al Señor! (Jn 20:18) y que la resurrección del Señor este comprobada por la actividad y práctica de la Iglesia que se proyecta en la tarea inconclusa. No busquemos solo a Jesús para nosotros mismos sino para unirnos a su misión. Salgamos con una misión de amor compartiendo todo el evangelio con toda la humanidad

Preguntas para la reflexión

¿Ha resucitado Dios en mi vida? ¿Hay algún cambio que se debe a la resurrección? ¿Es un anuncio vacío o corresponde a una transformación que va ocurriendo en nuestro ser?
¿Buscamos al que vive entre los muertos? ¿Cómo solemos enfrentar los desafíos que se presentan a nivel personal, familiar y como iglesia? ¿Nos proyectamos con una mente amplia para servir a la sociedad, la nación y el mundo?
¿Qué implicación practica tiene para la vida de la iglesia ¡He visto al Señor!?

La predicación es el medio preeminente que Dios usa para salvar a los pecadores

Cuando leemos las Escrituras del NT hay dos cosas que vienen a ser muy evidentes en lo que respecta a la salvación de los hombres: la primera es que ésta no puede ser lograda a menos que los hombres se expongan a la verdad de Dios revelada en las Escrituras. Los pecadores tienen que creer para ser salvos. La salvación es por gracia, por medio de la fe. Pero ¿qué es lo que se supone que van a creer los pecadores para ser salvos? La verdad del evangelio tal como es presentada en la Palabra de Dios.

Escuchen como lo dice Pablo en Rom. 6:17. “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados”. Pablo está contemplando a los creyentes aquí como hombres y mujeres que eran esclavos del pecado, pero que ahora ha sido libertado de esa esclavitud. Y ¿cómo fueron ellos libertados de la esclavitud del pecado? Ellos obedecieron de corazón aquella forma de doctrina a la cual habían sido expuestos. Una doctrina fue puesta delante de sus ojos que ellos abrazaron de todo corazón.

La fe no nace en un vacío, sino en el contexto de escuchar la verdad de Dios revelada en Su Palabra. La Palabra de Dios es la semilla que una vez implantada en el corazón produce fruto a ciento, a sesenta y a treinta por uno. Ninguna alma vendrá al arrepentimiento a menos que se exponga a la verdad revelada en las Sagradas Escrituras (comp. Lc. 16:27-31; Rom. 1:16-17; 10:14-17; 2Ts. 2:13-14 1P. 1:22-25).

Pero es también evidente, en segundo lugar, que la proclamación del evangelio es el medio por excelencia para dar a conocer la verdad de Dios al hombre, para la salvación de las almas. Hay varias formas en que podemos dar a conocer la verdad de Dios al hombre: a través de un libro, a través de una conversación casual, a través de un panfleto. De hecho, la Biblia dice que los creyentes deben estar siempre preparados para presentar defensa, con mansedumbre y reverencia, ante todo el que demande razón de la esperanza que hay en nosotros. El creyente debe estar presto para compartir el evangelio con todo el que esté dispuesto a oír. Y Dios bendecirá Su Palabra.

Pero el medio por excelencia que Dios ha escogido para salvar a los pecadores es la locura de la predicación, como dice Pablo en 1Cor. 1:21 (comp. 1P. 1:25). La fe viene por oír, dice Pablo; y lo dice en el contexto de aquellos que han sido enviados, de aquellos que han sido divinamente comisionados y cualificados para predicar el evangelio (Rom. 10:14-15, 17).

Dios ha determinado salvar a los hombres a través de la predicación del evangelio. Esa es la labor primordial que Dios nos ha llamado a hacer como ministros: predicar, como vemos en 1Cor. 1:17-25. Los griegos eran amantes de las disertaciones filosóficas, y los judíos iban detrás de las señales. Y Pablo dice aquí que Dios no escogió ni un método ni otro para salvar a las almas.

Podemos disertar de filosofía y sicología, podemos tener una oratoria hermosa, y un intelecto brillante, suficiente como para dejar boquiabiertos a cualquiera que nos escuche. Pero nada de eso podrá transformar un solo corazón. Tampoco los milagros más portentosos podrán hacer la obra. Era detrás de eso que iban los judíos; todo el tiempo demandando al Señor que hiciera un milagro para creer en Él.

Pero Dios manifestará Su gloria salvando a los hombres por medio de aquello que ellos consideran una necedad: la predicación del evangelio, un evangelio que ofrece salvación gratuita, por medio de la fe en Jesucristo, quién murió en una cruz para salvar a los pecadores. Un mensaje así es un tropiezo para el judío y una locura para el griego. Pero “lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres”. Ese mensaje, proclamado a viva voz, ha vencido la obstinación de muchos, y los ha traído cautivos a la obediencia a Cristo.

Es por eso que la predicación jugó un papel preponderante en el ministerio de Juan el Bautista, y luego en el ministerio del Señor Jesucristo, y luego en el de Sus apóstoles. Y cuando hurgamos en las páginas de la Historia de la Iglesia encontramos que sus épocas más gloriosas y fructíferas han estado siempre asociadas con ministerios que han dado preeminencia a la predicación de la Palabra de Dios.

Es por eso que Pablo se refiere a los ministros del evangelio como “embajadores” y “heraldos” de Dios. Un heraldo es aquel que lleva a viva voz el mensaje de un rey (comp. Dn. 3:4). Hemos sido enviados al mundo como portavoces de Dios, para hablar a los pecadores en Su nombre.

En 2Cor. 5:20 dice el apóstol Pablo: “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros”. Un embajador es aquel que ha sido enviado para dar a conocer los pensamientos, las opiniones y los deseos del gobierno que lo envió. Este hombre lleva consigo un mensaje que debe entregar íntegramente; para eso fue enviado y eso debe hacer. Y en la medida en que vamos exponiendo el mensaje de Dios contenido en las Escrituras, hablando en dependencia y bajo la unción del Espíritu Santo, Dios mismo habla al corazón de los pecadores. Es “como si Dios rogase por medio de nosotros”. Comp. 2Cor. 4:3-6.

El predicador debe verse a sí mismo en el púlpito como un heraldo del Dios todopoderoso. En palabras de Pablo en 2Cor. 2:17, los ministros del evangelio somos aquellos que “con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo”. Estamos hablando de parte de Dios y delante de Dios.
Y no solo el mensaje que transmitimos, sino también la forma como lo hacemos, debe enviar esa señal a la mente y el corazón de todos los que escuchan. Somos los heraldos, los portavoces de un Rey glorioso y temible. Esa es una de las razones por la cual la predicación es un medio tan idóneo para presentar el mensaje de Dios. Si usamos un medio ligero o inapropiado para dar a conocer lo que Dios ha revelado en Su Palabra acerca de Sí mismo, de Sus obras y Su voluntad, estaremos echando por tierra el mensaje que estamos proclamando.

¿Qué pensaríamos nosotros de un presidente que el día de su investidura como mandatario va vestido de payaso, y a través de chistes e historias graciosas transmite al pueblo cuál ha de ser su programa de gobierno? ¿O que en vez de dar un discurso haga una presentación de títeres, o un “dramita”? Que lo veríamos como algo totalmente inapropiado, no importa que el contenido sea bueno. Esa forma de transmitir un mensaje de esa naturaleza sería inconsecuente con la seriedad del mensaje.

Pues nosotros tenemos la encomienda de transmitir un mensaje que posee repercusiones eternas, y lo hacemos en nombre del Rey del universo. El medio que escojamos para transmitir ese mensaje debe ser consecuente con su naturaleza. La predicación de la Palabra no surge en los tiempos bíblicos como un medio de propagación de la verdad por el atraso tecnológico de aquellos días, sino por ser el medio más apropiado para comunicar la naturaleza del mensaje. No es una razón cultural lo que está detrás de la predicación, es teológica.

Estamos presentando a Dios como el Rey soberano que tiene derecho pleno sobre todas Sus criaturas, y nosotros no somos Sus negociadores, somos Sus heraldos, aquellos que en el nombre de Dios, con autoridad, con pasión, con urgencia, proclamamos los decretos emitidos en la corte celestial, consignados en las Sagradas Escrituras. Esa es la señal que los ministros envían a los hombres cuando se colocan detrás del púlpito a proclamar a viva voz la Palabra de Dios. Somos mensajeros del Dios Altísimo.

De igual manera, la predicación es el formato más idóneo para humillar al pecador. El no está en la posición de sentarse con Dios en una mesa de negociaciones; él tiene su entendimiento entenebrecido, y lo que necesita precisamente es humillarse ante la voz de Dios. Aparte de que la predicación es un vehículo ideal para persuadir correctamente a los hombres. Los predicadores deben persuadir a su auditorio, pero que deben hacerlo correctamente. Sabemos que es Dios quien obra en los corazones, pero Dios usa medios, y uno de esos medios es la persuasión hecha en la predicación.

Lucas nos dice en Hch. 18:4 que cuando Pablo estaba en Corinto “persuadía a judíos y a griegos”. Y lo mismo hizo en la ciudad de Éfeso (Hch. 19:8). La predicación debe ser “apropiadamente” persuasiva. Hay una forma incorrecta de persuadir a las personas, cuando tratamos de mover sus voluntades a través de las emociones y no a través del entendimiento.

Recuerden que Dios obra en el corazón de los hombres cuando por medio de la predicación de la Palabra ilumina su entendimiento. Es de esa manera que el pecador viene a Cristo. Es por eso que Pablo dice en 2Cor. 10:4-5: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”.

He aquí lo que el ministro del evangelio debe hacer: derribar todo argumento y altivez que se levanta en el corazón y la mente del pecador en contra del conocimiento de Dios. Es a eso que nos referimos cuando hablamos de persuasión. Y lo que estamos diciendo es que la predicación es el medio ideal para hacer esto. Al ser un monólogo podemos elaborar nuestra presentación de las Escrituras, y presentar argumento tras argumento de la Palabra de Dios, hacer nuestro caso, para usar un lenguaje judicial, y así poder informar adecuadamente el entendimiento del pecador.

¿Es nuestra argumentación lo que los va a convencer y a salvar? De ninguna manera. Solo Dios puede hacer eso obra. Pero Dios obra tomando en consideración la manera como El mismo nos creó. El entendimiento debe ser iluminado, para que seamos movidos entonces a abrazar la verdad que es en Cristo Jesús (Rom. 6:17). Dice el ministro puritano Thomas Watson: “Los ministros tocan a la puerta de los corazones de los hombres, (y) el Espíritu (en ese contexto) viene con una llave y abre la puerta” (Light and Heat; pg. 32).
Indudablemente hay algo misterioso envuelto en todo esto. ¿Cómo es el que el Espíritu de Dios obra mientras un instrumento humano está transmitiendo Su Palabra? No lo sabemos del todo, pero es una realidad revelada en las Escrituras, y eso debe estimularnos a predicar. Dios no nos ha dado la responsabilidad de convertir las almas, sino de predicar el evangelio; y El se encargará de aplicar Su poder en el corazón de los que escuchan mientras nosotros cumplimos con nuestra responsabilidad.

De manera que no predicamos por tradición, porque así lo ha hecho la Iglesia de Cristo por cientos de años; lo hacemos porque Dios lo ha mandado, porque Dios ha establecido la predicación como el medio por excelencia para alcanzar a los perdidos y traerlos a la salvación.

No debemos ceder a la presión de muchos que quieren que cambiemos nuestra metodología por una que sea más entretenida o más atractiva. Como embajadores y heraldos de Dios nuestro oficio no es el de entretener a los pecadores, sino el de persuadirlos en el nombre de Dios y con la Palabra de Dios a venir a la fe y al arrepentimiento.

Un culto más entretenido y atractivo, con mucha música especial, con testimonios impactante, puede que atraiga a mucha gente, pero ninguna de esas cosas va a hacer en esos corazones lo que solo la Palabra de Dios proclamada con sabiduría, urgencia y poder puede hacer.

Y no es que estoy abogando porque los cultos sean aburridos, ese no es el punto. Lo que estamos diciendo es que la salvación de las almas no se logrará sustituyendo la predicación de la Palabra de Dios por actividades que parecen más entretenidas y atractivas. Dios no ha prometido bendecir tales actividades para la salvación de las almas. Pero sí ha prometido bendecir Su Palabra.

“Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla a la que siembra, y pan al que come, así será mi Palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Is. 55:10-11).

¡Sin el evangelio no hay salvación!
En 1Cor. 15:1-2 Pablo recuerda a los corintios que fue precisamente por medio de la proclamación de la buena noticia del evangelio que ellos fueron salvados por Dios. Ellos escucharon el evangelio predicado por Pablo, lo recibieron por fe, y de esa manera fueron hechos partícipes de todos los beneficios de la obra redentora de Cristo.

“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano” (1Cor. 15:1-2).

Es por eso que Pablo dice en Rom. 1:16 que “el evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”, porque es a través de la proclamación de ese mensaje que el Espíritu Santo produce en el corazón del pecador una profunda convicción de pecado y de impotencia, moviéndolo así a poner toda su confianza en Cristo para el perdón de sus pecados.

De manera que ese mismo mensaje que muchos desprecian como una increíble tontería, es lo que Dios usa para magnificar Su poder. Ese es el argumento de Pablo en 1Cor. 1:18-25: “Porque la palabra de la cruz (el evangelio) es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios… Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres”.

Los hombres quisieran algo más complicado para alimentar su propio ego, algo más difícil de entender, o más difícil de hacer. Pero lo que Dios pide del hombre es que acepte por fe la buena noticia del evangelio; que reciba de todo corazón lo que Él nos ofrece en Cristo de pura gracia: el perdón de todos nuestros pecados y el don gratuito de la vida eterna, únicamente por medio de la fe en Él.

Paradójicamente, es la buena noticia contenida en el evangelio lo que lo hace tan detestable al hombre incrédulo. Recibir ese mensaje implica un reconocimiento de nuestra pecaminosidad e impotencia delante de Dios. El pecador prefiere una religión que le dé buenos consejos de las cosas que tienen que hacer para poder conectarse con Dios y alcanzar Su favor, que recibir por fe la buena noticia de lo que Él ya hizo por medio de Su Hijo y Su obra redentora.


El evangelio humilla la soberbia humana y exalta únicamente la gracia de Dios en Cristo. Pero es precisamente por eso que puede ser un instrumento poderoso en las manos de Dios para alcanzar a los perdidos, porque nadie será salvado sin ser primero humillado.

Centro Cristiano de Estudio Bíblico de Teología "Discípulos de Cristo", Comité de Evangelismo Internacional, Ministerio Evangelistico Eben-Ezer Internacional de las Iglesias de Dios.

viernes, 21 de junio de 2013

Niño de 4 años se emociona cuando habla del cielo días antes de morir

Lyons, Georgia.- Con sólo 4 años de edad el niño estadounidense Silas Edenfield, enfrentaba un cáncer en el hígado. A pesar de la situación, el pequeño dijo que viviría en el cielo junto a Dios.

Sus padres registraron el deseo del niño decaminar por las calles de oro donde  no sufriría más del cáncer, donde todo es bueno y solo hay el bien. El video se convirtió en un éxito en internet y la página de Facebook que pidió oración para la curación de Silas, se convirtió en un espacio para recaudar ayuda para el tratamiento de la enfermedad.

En el vídeo, Silas dice que le encanta el cielo y que le gustaría estar allí todo el tiempo. Cuestionado por su madre si tendría un nuevo cuerpo en el cielo, Silas respondió sí y que su cuerpo sería "sin cáncer". "Nunca podrá estar enfermo".

El testimonio es emocionante, especialmente porque pocos días después el niño murió. Descrito como un niño divertido y que amaba al Señor, Silas tenía hepatoblastoma, una rara enfermedad que normalmente afecta a niños menores de tres años.

Sin miedo de la muerte, el niño decía que en el cielo estaría con Jesús y con Dios. "¿Sabes cuál es la parte favorita del cielo? Es que todas las calles son de oro. Y la segunda cosa favorita es que todo es muy bueno en el cielo... Y Jesús y Dios estarán conmigo ", decía.

Los padres de Silas escribieron en la página "Orar por Silas" que independientemente de lo que sucediera con el niño, ellos estarían glorificando a Dios.  "El Señor sanará a Silas, sea aquí en la tierra o lo llevará al cielo donde recibirá un nuevo cuerpo y estará para siempre con Jesús! Sea lo que Dios elija, nosotros lo glorificaremos ".

Después de la muerte del niño, que tuvo lugar el 25 de mayo, los padres escribieron en la página: "Silas está en casa con el Señor, sin más sufrimiento, sin más dolor. Completamente curado". AcontecerCristiano.Net

jueves, 20 de junio de 2013

El bautismo de los infantes

Antes de ascender de regreso al cielo, Cristo dejó un grupo de santos que habían experimentado el nuevo nacimiento, simples en fe, pero profundos en poder y en servicio. Entre otras cosas puso en las manos de ellos dos humildes ordenanzas para que las observaran de tiempo en tiempo: el bautismo del creyente por inmersión y la cena del Señor. Y sobre el bautismo dice la Escritura:
"Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén" (Mt. 28:19, 20).
Originalmente, el bautismo era sólo para los creyentes. La intención era mostrarles a los participantes una vez más, al Cristo que había salvado sus almas. Pero esto iba a cambiar. En principio la mortal corrupción del paganismo, casi omnipresente, no se apoderó de las ordenanzas en la Iglesia primitiva. Uno podría conjeturar que el monstruo había encontrado que la gloriosa compañía de creyentes originales era impenetrable, pero el tiempo demostró que esta suposición era incorrecta. El veneno del paganismo no puede encontrarse dentro de las ordenanzas de la Iglesia durante los primeros 100 años después que Cristo ascendió al cielo. Pero eso también cambiaría.
Sólo la lectura superficial del libro de Hechos refleja una fe simple como de niño, en el evangelio entre los primeros creyentes del Nuevo Testamento. En esa primera era cristiana, un hombre se convertía en hijo de Dios después de escuchar el evangelio y ser convencido de culpa por el Espíritu Santo, por arrepentimiento y fe en Cristo. ¡Eso era todo! Nada más se requería. Después de la conversión del nuevo nacimiento, la persona salva reconocía su salvación por el bautismo. Esto describía su previa unión en la salvación, con la muerte, entierro y resurrección de Cristo. Así era como se hacía en el principio y en las primeras iglesias. ¡Era sumamente fácil!
Eruditos honestos admiten que en la Iglesia no se encuentra ni siquiera rastro del bautismo de los infantes, hasta a mediados del período de los años 200 de la era cristiana. Antes de esto, sólo los adultos eran bautizados, pero comenzó a enseñarse la mentira pagana que el agua limpiaba los pecados. ¡Fue así como el poder único y exclusivo para salvar a los hombres de sus pecados fue arrebatado violentamente de las manos del Cristo resucitado y fue colocado en las aguas bautismales! ¡Paganismo absoluto! En ese momento comenzó a surgir un nuevo problema entre los "padres" y "obispos" de la iglesia. Admitieron que los niños nacían en este mundo en pecado. Pero... ¿Cómo podía este pecado original ser perdonado y removido de los niños pequeños? Esta pregunta preparó el escenario para que el bautismo de los infantes invadiera la iglesia y reveló hasta dónde el liderazgo de la iglesia había apostatado de las enseñanzas del Nuevo Testamento.
Mientras se debatía este asunto, un individuo de nombre Orígenes, quien murió en el año 254 de la era cristiana, se presentó con una cosa llamada "la tradición apostólica". ¡Afirmó que esta "tradición" se la dejaron a la iglesia los apóstoles originales, y en ella incluyó el bautismo de los infantes! Además, escribió que los apóstoles enseñaban que el pecado se les lavaba a los infantes con"agua y Espíritu". Orígenes presentó la respuesta para el pecado original de los infantes: «¡Bautícenlos, porque los apóstoles así lo dijeron!» Una cosa es segura acerca de Orígenes, y es que ignoraba profundamente las palabras de los apóstoles. Otra de las herejías propagadas por este"padre de la iglesia", fue el "secreto de los misterios cristianos" los cuales, según él, fueron confiados a una élite especial, a unos pocos en la iglesia, entre los cuales claro está se incluyó a sí mismo y a otros falsos "padres" y"obispos". Aquí una vez más el monstruo del paganismo alzó su horrenda cabeza. Exactamente estas mismas cosas las enseñaban y creían los sacerdotes paganos y sus compañeros en la adoración satánica. Sólo una élite especial sacerdotal entre las religiones paganas conocía los secretos dentro de sus sectas individuales. Decían que este super conocimiento había sido revelado a ellos por "demonios buenos". Pero ahora Orígenes estaba introduciendo una versión revisada de este error impactante en la iglesia. Su "clero especial" era un duplicado de los sacerdotes paganos que servían en los templos idólatras.
Uno apoya su fe en lo que Dios ha declarado en la Escritura, no en las falacias no existentes de la llamada "tradición apostólica" o dictamen de clérigos super inteligentes. Más tarde esta mentira de la "tradición" se acrecentó notablemente entre el sistema papal. Esta "tradición apostólica" de Orígenes, es similar a la malvada "tradición de los ancianos" que fuera condenada tan duramente por nuestro Señor, cuando dijo: "Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes" (Mr. 7:6-8).
Como los "padres de la iglesia" no comprendieron las doctrinas bíblicas del pecado original, al igual que otras doctrinas, recurrieron al bautismo de los infantes para removerles el pecado original. Fue así como los infantes comenzaron a ser bautizados en la iglesia por medio del trabajo inútil de los "padres" y "obispos", pero sólo por la autoridad del super clero especial, quien aseguraba poseer revelación divina, desconocida por los laicos.
Lo que los doce apóstoles declararon acerca del bautismo y demás, se encuentra contenido dentro de las páginas del canon de las Sagradas Escrituras del Nuevo Testamento. Los teólogos liberales, modernistas, romanistas, ecuménicos liberales y otros, citan la "tradición apostólica" inexistente para apoyar sus falsas doctrinas. Dios nunca encomendó verdades divinas necesarias para la salvación de nuestras almas en las manos temblorosas de la tradición humana. Las Sagradas Escrituras nos ordenan que atendamos las enseñanzas apostólicas, no "la tradición apostólica". Como dijo Pablo: "Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros" (2 Ti. 2:2). Y también Pedro:"Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento, para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles" (2 P. 3:1, 2).
Ministerio para la Restauración de la Sana Doctrina, Centro Cristiano de Estudio Bíblico de Teología, Comité de Evangelismo Internacional, Ministerio Evangelistico Eben-Ezer Internacional de las Iglesias de Dios. 

miércoles, 19 de junio de 2013

Constantino y el Nacimiento de la Iglesia Católica

 Constantino Primero, llamado el Grande, nació en el año 274 y murió en el 337.  Supuestamente fue el primer emperador convertido al cristianismo. Fue el fundador de Constantinopla, la actual Estambul.  Era hijo del jefe militar de la Guardia Pretoriana, Constancio Cloro, quien más tarde se convirtió en emperador, y de Elena, quien fue canonizada por la iglesia católica como santa Elena.
           En el año 306 luchó contra los sármatas y se unió a su padre en Britania. Era tan popular entre sus tropas que le proclamaron augusto cuando su padre murió ese mismo año.  Sin embargo, durante las dos siguientes décadas tuvo que luchar contra sus rivales al trono, y no logró ser emperador único hasta el año 324.

Siguiendo el ejemplo de su padre y de los anteriores emperadores del siglo tercero, en su juventud fue un adorador del sol.  Consideraba que el astro rey era la manifestación visible de un Dios Supremo invisible, que era el principio del universo, el cual a su vez era equiparado con el emperador romano. 
          Esto era evidente, ya que en el año 310 afirmó que mientras marchaba con sus soldados vio la forma de una cruz superpuesta en el sol y las palabras en latín, in hoc signo vinces, que quieren decir “Con este signo vencerás”. Luego en el año 312, en la víspera de una batalla contra Majencio, su rival en la península Itálica, dijo que soñó que se le apareció el Señor Jesucristo y le Dijo que grabara las dos primeras letras de su nombre XP en griego, en los escudos de sus tropas.  Tras esta visión, Constantino instituyó un nuevo estandarte para marchar en la batalla, al que llamó Lábaro. Se dice que después de estas visiones, Constantino se convirtió de inmediato al cristianismo.
          Sugerir, como algunos historiadores y muchos otros siguen machacando hasta el cansancio, que Constantino rescató a la iglesia cristiana de la persecución es simple fantasía, porque los cristianos fueron perseguidos durante su régimen. De hecho en el mismo año en que publicó el Edicto de Milán, ordenó la persecución de los Donatistas, quienes se llamaban así por su fundador Donato Magno.  Era una secta rigurosa que sostenía que la iglesia debe ser una iglesia de santos, no de pecadores y que los sacramentos, tales como el bautismo, debían ser administrados por cristianos sometidos plenamente a la autoridad de las Escrituras y que por lo tanto los sacramentos impartidos por personas que no reunían estas condiciones eran inválidos. 
          Él no estableció el cristianismo como la única religión permitida por el imperio, sino que estableció el catolicismo como la única iglesia legal en el imperio, lo cual es algo muy diferente.  Constantino no instituyó el cristianismo, porque de hecho no sabía ni siquiera qué era el cristianismo.   La leyenda que él mismo promovió, dice que antes de la batalla del puente de Milvio tuvo la visión de una cruz, pero los romanos paganos afirmaron por siglos que tenían visiones.  De hecho, ésta no fue la única visión que tuvo, porque mucho antes aseguró haber visto a Apolo, quien le garantizó sus primeras victorias militares.  Fue a la conclusión del Concilio de Nicea que convocó en el año 325, cuando reveló todo esto públicamente, lo de la visión y una supuesta aparición que experimentó, y Eusebio de Cesarea, su biógrafo lo registró para la posteridad.
          Derrotó a Majencio en la batalla del Puente Milvio, cerca de Roma, en octubre de ese año, el 312.  El senado le aclamó como salvador del pueblo romano y le dio el título de primus augustus. Constantino consideró que el Dios cristiano le había proporcionado la victoria, por lo que supuestamente abandonó sus anteriores creencias paganas. Detuvo la persecución de los cristianos, y proclamó el Edicto de Milán, que ordenaba la tolerancia del cristianismo en el imperio romano.
          Dice la leyenda que después de eso envió a su madre Elena, a Jerusalén en busca de la verdadera Cruz de Cristo.  Una vez en la ciudad sagrada, ella supuestamente mandó llamar a los más sabios sacerdotes y logró hallar el lugar donde se encontraba la Cruz, pero no estaba sola.  En el monte Calvario, donde la tradición situaba la muerte de Cristo, encontró tres maderos ensangrentados ocultos y para descubrir cuál era la verdadera cruz donde falleció Cristo, colocó una a una las cruces sobre personas enfermas, e incluso muertos, que se curaban o resucitaban al tocar la cruz que había sido la de Cristo.  Fue así como se propagó la veneración a la Santa Cruz, ya que se dice que Elena murió rogando a todos los que creen en Cristo que celebraran la conmemoración del día en que fue encontrada la Cruz, supuestamente el 3 de mayo del año 326.
          La Escritura dice: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.  Por sus frutos los conoceréis.  ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?  Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos.  No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.  Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:15-20).
          A todo lo largo de las Escrituras inspiradas, las personas tanto fieles como injustas, son comparadas con los árboles, lo cual no debe sorprendernos.  Lo que el Señor está diciéndonos es que podemos juzgar si la persona es fiel o infiel por los frutos o la obra que realiza a lo largo de su vida.
          Pero... ¿Cuáles fueron los frutos del emperador Constantino?  Como emperador Constantino tenía tanto autoridad militar como política, por lo tanto asumió el título de “Pontífice Máximo” - indicando con esto que era tanto gobernante del imperio como de la iglesia. ¡En realidad se autoproclamó como el primer papa!
          La historia demuestra que sus motivos no fueron para nada religiosos, sino que hay que admitir que este hombre fue un genio político ya que reconoció que podía, o ser tolerante con los cristianos o permitir que ellos poco a poco socavaran su imperio.  Él optó por lo que mejor le convenía, y decidió ser tolerante con los cristianos ya que eso beneficiaba a sus intereses. 
          Diocleciano, el emperador del imperio romano de occidente antes de Majencio, hizo hasta lo imposible por acabar con los cristianos, pero fracasó.  Constantino consciente de que si perseguía a los cristianos sólo provocaría el martirio, y que el martirio produciría más creyentes, terminó por unírseles.
          El 23 de febrero del 303, Diocleciano emprendió la primera persecución contra los cristianos.  Diez años después en Milán, Constantino proclamó la primera parte del edicto de Milán, el que luego ratificó en el año 325,  decretando que los cristianos no serían nunca más el blanco de persecución del imperio romano.  Pero las cosas no acabaron allí, en el siglo cuarto y gracias a Constantino, el cristianismo se convirtió en la religión oficial de Roma.   Se estima que durante el siglo cuarto, sólo un diez por ciento de la población eran cristianos, pero con la “ayuda” de Constantino, fueron siendo asimilados poco a poco en la cultura romana.
          En el año 314, inmediatamente después de legalizar la iglesia católica, como una religión del estado, los “cristianos”denunciaron en el Concilio de Ancyra, el culto a la diosa Artemisa.  Mediante el edicto del año 315, muchos templos paganos fueron destruidos por “las hordas cristianas y sus sacerdotes fueron asesinados”. En el año 315 miles de paganos fueron asesinados. Entre los años 316 al 326 Constantino proclamó una serie de disposiciones que favorecían al “catolicismo” frente al paganismo.
          En el año 326, El emperador Constantino, siguiendo las instrucciones de su madre Elena, destruyó el templo del dios Asclepio en Aigeai de Cilicia y el de la diosa Afrodita en Jerusalén, en Afka, en Líbano, Mambre, Fenicia, Baalbek, etc.
          En el año 330 se apropió de todos los tesoros y las estatuas de los templos paganos de Grecia, y se las llevó a Constantinopla para decorar su Nova Roma, la capital de su imperio.  Allí los colocó en todos los templos “cristianos”.  Fue así como diosa Ceres con su hijo se convirtieron en María y Jesús, el dios Zeus, en la representación de Dios Padre y sucesivamente.  Igualmente cristianizó el nombre de muchas celebraciones paganas.

Constantino fue muy conocido por su falta de piedad para con sus enemigos políticos.  En el año 325 hizo ejecutar al emperador romano oriental Licinio, su cuñado, por estrangulación, a pesar de que había prometido públicamente no ejecutarle.
          En el 326, ordenó también la ejecución de su hijo Crispo, el único hijo que tuvo con su primera esposa Minervina,  y unos meses después a su segunda esposa Fausta.   Luego Constantino supuestamente se arrepintió y vivió atormentado por la muerte de Crispo.  Pospuso su bautismo hasta la propia hora de su muerte, ya que le prometieron que esta ceremonia lavaría todos sus pecados.

sábado, 25 de mayo de 2013

La Mujer Cristianas debe usar Velo?

Esta es una pregunta que muchas mujeres se hacen, a continuación veamos que dice la Biblia acerca del velo:en   1 Corintios 11:3-16 trata el tema de las mujeres y los velos. El contexto del pasaje es la sumisión a la orden dada por Dios y al "escalafón de mando." El "velo" en la cabeza de una mujer es utilizado como una ilustración del orden, jefatura, y autoridad de Dios. El versículo clave de este pasaje es 1 Corintios 11:3, "Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo." El resto del pasaje trata las implicaciones de esta verdad. El orden de autoridad es: Dios el Padre, Dios el Hijo, el hombre o el marido, y la mujer o la esposa. El velo o rebozo en la cabeza de una esposa creyente corintia mostraba que estaba bajo la autoridad de su marido, y por lo tanto en sumisión a Dios.

El velo en la mujer cristiana es símbolo de sumisión a Dios, en la antigua cultura de los corintias las  mujeres no judías solían rasparse la cabeza como tributo a la diosa Afrodita,, la diosa del amor, y el lugar era notorio por la práctica de la prostitución ritual. Las mujeres que servían en el templo tenían las cabezas rapadas. En la cultura corintia, entonces, una cabeza rasurada señalaba a una mujer como prostituta del templo. Pablo le dice a la iglesia que una mujer que se haya cortado o rapado el cabello debe cubrirse (1 Corintios 11:6), una mujer que se hubiese cortado el cabello había perdido su "gloria," y no estaba bajo la protección de un marido. Un cabello corto sin velo enviaba el mensaje: "Rehúso someterme al orden de Dios." Por lo tanto, Pablo les está enseñando a los corintios que la longitud del cabello o el llevar "velo," en una mujer, era una indicación exterior de sumisión a Dios y a Su autoridad establecida. Esta era una manera en que la iglesia corintia se separaría de la corrupta cultura pagana que los rodeaba (2 Corintios 6:17).Este pasaje no enseña que la mujer es inferior al hombre, o que debe someterse a todos los hombres. Enseña simplemente el orden de Dios y la jefatura espiritual en la relación del matrimonio. En la cultura corintia, una mujer que se cubría la cabeza durante la adoración o cuando estaba en público, demostraba su sumisión a la autoridad.

Entonces, la mujer debe cubrirse la cabeza en la actualidad?, de hecho si, pero los pasajes 13-14-15 y 16 del capitulo 11 de 1 de Corintios muestra que es opcional, como dije en la cultura corintia, una mujer que se cubría la cabeza  cuando adoraba o cuando estaba en publico, demostraba que estaba bajo la autoridad de Dios, y que estaba sumida a la autoridad de su marido osea que estaba casada y que no era un remera (Prostituta), y no olvidar, la mujer debe tener su cabello mas largo que el de su esposo, y la mujer que tiene su cabello corto debe cubrirse y no cortárselo.

Pero se guro se preguntaran, que clase de velo deben usar la mujer?, el velo que usan las mujeres musulmanas es el incorrecto ya que la mujer debe cubrirse la cabeza no el cuello, entonces, cual velo es?.  Entre las Iglesias Cristianas existen muchas clases de velo, pero el que se debe usar debe ser similar a estos.

 Esta clase de velo es conocido como "Mantelina" que recose el cabello para mostrar que es largo.

Este es conocido como "Manto" que se utiliza nada mas para cubrir la cabeza.

Pero cual es el velo que usaban las mujeres cristianas de la Ciudad de Corintio?, bueno fue este:
Pero el verdadero asunto es la actitud de obediencia y sumisión del corazón a la autoridad "como al Señor" (Efesios 5:22). Dios está mucho más interesado en la actitud del corazón que en un velo, lo que les debe interesar es como este su corazón.